DE LA VERDE ANCIANIDAD
En esta narrativa cinematogràfica, televisiva o digital
radial incluso vemos còmo una joven se enamora
de un anciano que literalmente se va cayendo a pedazos.
Nadie cree en este relato aunque pueda ser real
todos miran a este cuento con asombro
o muchos, en todo caso,
algunos, en cualquier caso.
El anciano, verde fantasea con acostarse con alguna pendeja pero
lo cierto, lo tristemente cierto, es que
las pendejas al verlo, al cruzarlo en la calle o
en la vereda
miran para cualquier otra parte,
miran de reojo
o simplemente le miran con cierta repulsiòn.
Sin embargo, el anciano tambièn fue joven y requerido por las bellas
quienes eran sus nuevas conquistas, machismo mediante, patriarcado
mediante. Digamos que algunas hermosas se le regalaban o
se entregaban a sus abrazos
en las tòrridas noches de verano
o en las gèlidas del invierno
o mientras escondidos escuchaban a Verdi
en medio de un imponente teatro
protegidos por la oscuridad
ardientemente se besaban en la oscuridad
o sino en los màs esplèndidos hoteles
del centro porteño.
Bailàbamos por entonces en los amplios salones o pistas:
fuimos la pareja perfecta, el amor, la fortuna,
nos sonrieron.
Pasaron los años y ahora no termina de acostumbrarse a la fatal decadencia:
crepùsculo del espìritu, del cuerpo y de los ìdolos.
Verso no: ¡imàgenes!
nos dice el periodista polèmico
en el noticiero televisivo
del implacable mediodìa.
Pero continuemos con nuestro poema.
El verde anciano se pregunta. ¿què diablos pasò?
O peor dicho: ¿què diablos me sucediò?
Sabe perfectamente que el paso del tiempo nos aplasta
como a un elèctrico y zumbante insecto:
devienen toda clase de arrugas
y la zapàn, panza, pancita
segùn afirma la siniestra campaña publicitaria
que pretende en forma subliminal y paranoide
incrustarnos falsas, ficticias necesidades superfluas.
Si cuando fui joven, se dice a sì mismo, tuve un èxito, un triunfo
fenomenal entre las bellas y no tanto, ahora he entrado en la faz del fracaso màs
digamos, abominable, nefasto.
Es patètico còmo las gentes
al hacer running futing aerobic atletismo o como diablos se llame trotar y caminar
al pasar miran mi barriga expandida
mi patètica grotesca obesidad
que por otra parte indica
o mala alimentaciòn
o vagancia exacerbada
alcoholismo quizàs
o los llamados, los denominados tragos sociales.
No explico absolutamente nada, simple, sencillamente se trata
de la narrativa anciana
la narrativa jovata
la narrativa de la decadencia irrisoria o vil que me hace decir o pensar
toda clase de idioteces, sandeces, estupideces varias:
fantasìas de toda ìndole o simplemente la fascinaciòn por las pendejas
(llama pendejas, aclaremos, a las minas de 18 a 40 años aproximadamente).
La verdad, la triste verdad es que ni siquiera las prostitutas desean
acostarse, encamarse con èl, en las tardes de verano
o en las noches de invierno
para calentarse mutuamente
como en los viejos buenos tiempos (todo tiempo pasado fue mejor, se
resigna).
No alcanza a conciliar el pasado joven
con el presente de la ancianidad, persiste el
deseo fluyente
hacia las mujeres màs bellas.
Todo es inùtil, los vicios màs desparejos nos
abruman por las noches, incluso
durante el dìa: la apelaciòn a la prostituciòn
o a toda clase de fantasìas masturbatorias o
digamos, masturbacionales, pero todo es inùtil: no hay
vuelta atràs, no hay
vuelta de hoja. Es necesario, rejuvenecer de alguna manera
mediante algùn acto màgico o
sumamente misterioso, ademàs:
No verso, ¡imàgenes!
como afirma (es un boludo importante)
el famoso, el afiatado
periodista
quien
televisivo
se especializa en toda clase de pavadas
con aire de importancia
(y haciendo exhibiciòn).
No hay soluciòn, ademàs, grotextamente, me da paja
hacerme la paja, se dice
a sì mismo.
La paja, el grano, la aguja, el pajar,
no hay vuelta de hoja: estoy condenado, condenado
a pensar, a decir y a escuchar
toda clase
de pelotudeces.
Còmo escapar de los discursos
paranoides y la estupidez
universal, se pregunta
en medio
de la oscuridad
recostado en la cama
mirando el techo.
No hay respuesta
no hay respuesta
por el momento.
Serà otro dìa, supongo, quiero
suponer.